La silueta de tus ojos se insinuó y tu mirada atravesó diversos muros translúcidos: las micas de tus lentes oscuros que trataban, sin éxito, de esconderla, los vidrios de diversas concavidades y convexidades del lente de alguna cámara y finalmente el ocular, tras haber rebotado en múltiples direcciones, entre espejos. Se proyectó ante mí como una expresión proveniente de otro tiempo, pero su significado se envolvió como una bruma invisible alrededor de mi presente.
De pronto, todas esas cosas que parecían haberse evaporado volvieron a materializarse en filamentos helados, adheridos a mi piel. En cuanto entraron en contacto conmigo, mi calor las condensó. Sus consecuentes gotas me erizaron los sentidos y me sacaron de mi momentáneo letargo.
De pronto, todas esas cosas que parecían haberse evaporado volvieron a materializarse en filamentos helados, adheridos a mi piel. En cuanto entraron en contacto conmigo, mi calor las condensó. Sus consecuentes gotas me erizaron los sentidos y me sacaron de mi momentáneo letargo.
Me sacudí y traté de distraerme, pero era tarde; la imagen de tus ojos se repetía ya en mi mente como en un caleidoscopio.