Escuela rural de El Chapaneal, en Texcaltitlán, estado de México. Julio de 2012
El Chapaneal es una comunidad de 641 habitantes y está a 2,400 metros sobre el nivel del mar. Su camino principal, el único pavimentado, lo conecta con la cabecera municipal de Texcaltitlán, que lleva el mismo nombre que el municipio. Este mismo camino bordea la primaria rural, la telesecundaria y el campo de fútbol, que se extiende bajo uno de los montes. Al final del camino, la Iglesia adorna el límite superior del pueblo.
Texcaltitlán es uno de los 16 municipios más pobres del estado de México. Los paisajes montañosos que lo abarcan y que encierran algunas pequeñas comunidades marginadas, son un deleite para quien los visita. Recorriendo las carreteras sinuosas que comunican las comunidades entre sí, se respira un aire enrarecido, puro, distinto; el aire del campo mexicano. Nuestro país es un mundo; posee la enorme riqueza de las diversísimas comunidades que lo habitan, de los muchísimos paisajes que lo decoran. ¿Cuántos de sus caminos ni recorreremos jamás? ¿Cuántos de sus pueblos no cabrán jamás siquiera en nuestra imaginación? ¿Cuántas caras campesinas, curtidas y sonrientes, no habremos de encontrar nunca frente a frente? Estas montañas, este cielo, estos caminos, no son sino una invitación a seguir conociendo el campo mexicano y sus habitantes, niños, adultos y ancianos. Hombres y mujeres cuya riqueza es su tierra; cuya compañía, su familia y sus animales; cuyo privilegio, salir cada día y mirar los enormes montes verdes que se despliegan frente a sus ojos, cubiertos de un cielo despejado; su condena, la marginación, la pobreza, la falta de drenaje, de gas, de agua potable, de educación, de campañas sanitarias. Mirando lo que intenté fallidamente capturar en esta fotografía, recordé que hay muchas maneras de vivir, que cada persona es un mundo, cada rincón un universo, y nuestro país esta lleno de ellos. Si no los vemos es porque no los hemos buscado, si no los encontramos es porque no hemos abierto bien los ojos.
Allá afuera, en El Chapaneal, los niños de la comunidad juegan fútbol a campo abierto, mientras sus padres llevan a sus chivos a pastar a los montes circundantes o caminan kilómetros para ir por agua potable, cortan la maleza que ataca sus cosechas con el machete o alimentan a sus gallinas. A veces se nos olvida, pero hemos de recordárnoslo día a día. Nuestra realidad inmediata no es la única. El mundo vibra a muy distintas frecuencias. Basta con tratar de percibirlo.
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