miércoles, junio 06, 2012
Si no escribo, ¿cómo?
Para mí, una página en blanco es la lúgubre imagen del silencio.
Es una prisión de sensaciones, de imágenes, de pensamientos. Es el alma que se detiene, que no se atreve a revelarse, a explicarse, a exhibirse. Es la vida que se esconde, se disfraza, se pinta de pálida carencia. Es la garganta afónica de la memoria, de la consciencia, el estancamiento de ese río abundante y turbulento que antes discurría ruidosamente. Es el ímpetu que se omite, la pasión que desconoce de pronto su dialecto, la única forma en que se comunicaba con el mundo, en que rectificaba su existencia.
Una página en blanco es una mazmorra llena de incógnitas, de perplejidades, de vacilación.
¿Qué hago, si no escribo? ¿Cómo me entiendo, me extiendo, me distiendo? ¿De qué otro modo me pregunto, cómo intento responderme? ¿En dónde busco la explicación de lo que soy, cómo encauzo este río furioso, pletórico, suplicante? Esta fuerza extraña que frena a mi mano antes de permitirle dar la cara al papel me aturde, me desordena, me oprime. Hay un cerrojo en alguna parte del proceso en que me delineo y la ausencia de llave me desazona. El tiempo está corriendo, me está hirviendo el aliento, voy a tomar el hacha, a fracturar mis candados. Voy a abrirle la puerta a este arrebato. Ya es la hora.
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